viernes, 11 de marzo de 2016

Profesores y pioneros


Mientras Zozaya se convertía en el máximo goleador del primer torneo del profesionalismo, aquel equipo sumaría otro hito apenas un año después de aquella marca única: disputar la primera final por un título oficial en la era rentada.

Tiempo de balances y reconstrucciones históricas, a partir de que la AFA reconociera la validez del torneo del ’36 ganado por San Lorenzo y lo oficializara (el primero del profesionalismo que otorgó dos campeones por temporada, como los Apertura y Clausura de esta era); y de que sumara a su página web los resúmenes de los boletines oficiales con los torneos no regulares organizados en distintos períodos, las copas nacionales del fútbol argentino fueron revisitadas por medios e hinchas y tomaron una trascendencia sin precedentes según los logros o clubes que cuenten la historia.
Así, entonces, equipos que históricamente sumaban a su escudo esos “logros menores” en forma de estrella, vieron la posibilidad de “reoficializar” viejas copas y conquistas olvidadas, pero no por ello (y ahí la importancia de quien cuente la historia) menos trascendentes para la época. Ejemplos, casos: nadie le quitará a los tucumanos de San Martín el orgullo de ser uno de los pocos equipos nacionales de tierra adentro en tener un capítulo que exhibe la conquista de la Copa República en los años ’40 (la misma que levantó Estudiantes en diciembre de 1946 contra Boca); a Central Córdoba de Rosario, ganador de la Beccar Varela de los ’30; o, más acá en la historia reciente, Arsenal de Sarandí, ganador de la nueva versión de la Copa Argentina y la novata Supercopa…
La Copa de Competencia que lo tuvo a Estudiantes finalista de la edición del ‘32, se disputó oficialmente en distintas épocas y con formatos discontinuados, ya desde los primeros años del amateurismo; en la era profesional y durante varias temporadas, con equipos jugando llaves a eliminación directa, como en las tradicionales Copas de Liga del continente europeo o los llamados “Concursos por Eliminación” que la AFA celebró desde principios del siglo XX: todos los equipos de Primera División de la temporada en curso, participaban, a la par del campeonato oficial o tras el cierre de la temporada, de un certamen a eliminación directa o con partido y revancha que consagraba un campeón de copa nacional anual.
Los Profesores, aquel de los cinco de memoria (Lauri, Zozaya, Scopelli, Ferreira, Guaita… los cinco, titulares en la final de la Copa que le daría al River de Bernabé Ferreyra y Peucelle la doble corona de 1932) que ya exhibían el tercer puesto del torneo del ’28 y el subcampeonato del ‘30, con la plenitud en alta todavía en 1931 con el mano a mano contra Boca y con chances de coronar luego de golearlo en 57 y 1 a dos fechas del final, también sumarían al palmarés ser el equipo del Club que jugó la primera final oficial del profesionalismo. Ya había sucedido en el ’17, cuando Estudiantes llegó a la final de la ya desaparecida Copa de Competencia (denominada “Jockey Club” en aquel tiempo), aunque todavía en la era amateur.
El Pincha de Los Profesores puso proa a la final goleando a Ferro, 5-3, en la primera fase, en el mes de junio. Después eliminó por los cuartos de final a Tigre (3-1 en el Ducó, el 12 de octubre); y en semifinales obtuvo un resonante 3-1 frente al duro San Lorenzo, en el estadio de Racing, triunfo que lo puso en la definición frente a River.
El partido definitorio se disputó en el Gasómetro de San Lorenzo, como otro guiño a la portentosa historia que luego tendría, en aquel escenario, las finales victoriosas de las Copas Escobar y República en la década del ’40; y la primera estrella oficial de Primera División del equipo de Zubeldía en la goleada contra Racing del Metropolitano ’67. Dicen que no hay dos sin tres…
La importancia del torneo bien podría medirse por la significativa y amplia cobertura que esta edición de la copa tuvo en matutinos como La Nación o La Prensa, que destacaron con grandes titulares la inédita convocatoria de público a pesar de la incómoda y persistente lluvia de aquel domingo 4 de diciembre de 1932 que cubrió a gran parte de la zona metropolitana y la Capital Federal.
“Nunca se registró la cantidad de espectadores que asistieron ayer al estadio de San Lorenzo de Almagro, con un día que pareció exitosamente empeñado en restarle comodidad a la fiesta. Desde las primeras horas de la mañana empezó a caer sobre la ciudad una lluvia que permutó la violencia por la constancia. A pesar de ella, ya a las 12 había una gran cantidad de aficionados frente a las boleterías de la avenida La Plata, decididos a ubicarse bien. Alrededor de treinta y cinco mil personas demostraron que su afición no había sido derrotada por el aguacero. Treinta y cinco mil personas que, exagerando un poco, eran treinta y cinco mil paraguas. El espectáculo total que ofrecían las amplias gradas parecía sacado de una fotografía inglesa. Era, evidentemente, una de esas tardes con perramus en el que la falta de matices en el color queda evidenciada por todos los impermeables…”
“Campeón sin corona” se insinúa de aquellos equipos que pasan a la historia sin lograr tatuar la estrella alrededor del escudo. Si caprichosamente se pudiera trasladar esta máxima (tan discutible como subjetiva al hablar de “merecimientos” en un juego que se define por marcar un gol más que el rival, por sobre formas y tácticas) al mapeo grande de logros de Estudiantes, podría sintetizarse en aquel lustro victoriano de Los Profesores como equipo que hizo historia y trascendió a nivel nacional, aunque sin coronar en título, en épocas donde el monopolio de los torneos se correspondía siempre, salvo contadas excepciones, con los “cinco grandes”.
Mientras La Prensa reafirmaba en su cronista que “el partido se definió a favor del equipo que más méritos hizo para adjudicarse el partido final”, destacando “el trabajo en defensa, el juego práctico y la eficacia” de los Millonarios contra el “juego impreciso” de Estudiantes (se dijo sobre el Pincha: “Fue el equipo que más atacó en todo el transcurso del partido y el que mayores oportunidades tuvo para señalar tantos, pero esto no quiere decir que haya merecido la victoria…”), La Nación le buscó la razón a “un resultado con cifras poco lógicas”, que tuvo un “score injusto” y “el espectáculo del partido” en los vencidos, destacando a Sirne, el arquero de River, como la figura excluyente del partido…
Aún las pocas luces de Ferreira y Scopelli aquella tarde, las mejores chances de gol y la posesión de la pelota fue patrimonio de Estudiantes; pero los goles que definieron el partido y la eficacia, de River, que sentenció el 3-1 para mandar la Copa de Competencia a las vitrinas del Monumental.

* Publicado en el número de diciembre de Revista Animals!.

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